Investigador catalán del instituto Max Planck, este joven de Rubí ha sido escogido como mejor innovador del año, menor de 35 años, por la revista del MIT
Quien la sigue la consigue, reza el dicho. Y eso es lo que ha hecho el joven investigador de Rubí, de 34 años, Samuel Sánchez. Este doctor en Química por la Universidad Autónoma de Barcelona acaba de ser nombrado como mejor innovador del año, menor de 35 años, por la revista del prestigioso Massachussets Institute of Technology (MIT). Pero claro, antes de llegar hasta aquí ha tenido que recorrer medio mundo para recopilar méritos. Primero se marchó a Japón en busca de oportunidades. Luego vendrían tres años y medio en Dresden, trabajando como jefe de grupo para el Institute for Integrative Nanosciences. Ahora es jefe de grupo independiente del reputado instituto alemán Max Planck.
¿Cómo se siente tras haber sido nombrado mejor innovador del año menor de 35 años por la revista del MIT?
Todavía estoy alucinando. Estar entre los nominados ya fue una gran sorpresa. Cuando llegué, vi que había innovadores que hacen cosas increíbles, que tienen sus propias empresas y que crean otro tipo de tecnología de la que yo hago. Cuando anunciaron que el ganador al innovador del año era yo, pues fue como el reconocimiento al esfuerzo y al trabajo de muchos años. Creo que han valorado la trayectoria, el hecho de haber estado tanto tiempo en el extranjero y trabajar en una disciplina que es muy novedosa, como la nanorobótica.
Lo que hace, a los profanos de la materia, nos parece ciencia ficción. Crear nanorobots capaces de ser introducidos en un cuerpo humano para que algún día puedan navegar por él y liberar fármacos para combatir células cancerígenas suena a imposible...
Lo cierto es que tenemos dos motivaciones: la ciencia ficción y la naturaleza, los motores moleculares –las células que se mueven, los pequeños nadadores-. Queremos hacer cosas muy pequeñas que se muevan y, sobre todo, que puedan hacer algo. Los nanorobots son diminutos artilugios que se mueven por sí mismos en un fluido, que pueden reaccionar a estímulos, que podemos dirigir, pero que una vez que lleguen donde tengan que llegar la idea es que puedan hacer algo provechoso, porque si no, no servirían de nada. Ahora mismo podemos, in vitro, dirigirlos a células cancerígenas, podemos mover otro tipo de células y sacarlas de donde estén, mover fármacos… Hemos creado nanorobots que podrían combatir el cáncer desde dentro del cuerpo.
Increíble…
Pero hay una serie de problemas que tenemos que solventar para que algún día, no muy lejano, todo ello se pueda aplicar en humanos.
El combustible.
Exacto. El que utilizamos ahora es tóxico. Es interesante escuchar diferentes versiones al respecto. Todos los del gremio decimos que es tóxico, pero hay otras personas que defienden que el peróxido, ese es el combustible que usamos, ya lo utilizábamos cuando éramos pequeños para curarnos las heridas, y no pasaba nada. Hay células que se mueren pero otras se curan. Eso pasaría con los nanorobots argumentan. Los dirigiríamos gracias al peróxido hacia las células cancerígenas para curarlas aunque destruiríamos algunas otras del tejido, pero éstas ya se regenerarían. Nosotros, en cambio, creemos que hay que ir con pies de plomo y saber de lo que se habla.
Ahora trabajan en la búsqueda de un combustible alternativo.
Ojalá encontráramos alguno. Buscamos un sustitutivo que ya esté en el cuerpo. Por ejemplo la glucosa.
¿Y cómo consiguen que se desplacen los nanorobots?
Son catalíticos. Lo que hay alrededor del nanorobot, que sería el combustible, el peróxido a día de hoy, reacciona con el chasis del robot generando, en este caso, burbujas, oxígeno. Nuestros nanorobots son como un tubo, como un torpedo. La solución entra, toca las paredes donde tenemos el catalizador, que es platino, creando burbujas de oxígeno que se liberan con bastante potencia hacia un lado, lo que hace que el tubo se propulse hacia el lado opuesto. Eso es una reacción de catalisis.
Asombroso…
Además de tubos, también hacemos partículas esféricas más pequeñas con dos caras diferentes (partículas Janus, como el Dios griego), de forma que la reacción de propulsión tiene lugar en una de ellas (la de atrás) generando oxígeno que impulsa las esferas como pequeñas balas...
Entiendo.
Una vez que se mueven, lo que hacemos nosotros es dirigirlos. Les decimos dónde tienen que ir, de un punto A a un punto B. Eso se puede hacer de distintas maneras. Una es a través del campo magnético. Es como si uno coge el imán de la nevera y lo pone debajo de la solución y empieza a girarlo. A través del microscopio se puede ver cómo los nanorobots giran, se orientan.
Ahí va la pregunta del millón: ¿para cuándo podrían ser aplicables sus nanorobots en humanos?
Te puedo explicar la historia corta y la larga [risas]. Personalmente, creo que en 3 ó 5 años deberíamos empezar a hacer estudios, no todavía en humanos, pero sí en, por ejemplo, animales, algo más real. Pero si hablamos de cuánto tarda un producto farmacéutico en llegar al mercado, pues son veinte años mínimo. Hay que tener paciencia.
Claro.
Pero sí te puedo avanzar que, a pesar de que yo me pongo unos tres años de plazo, en los últimos días he recibido el interés de algunos hospitales para empezar a colaborar en algunos primeros experimentos y posibles proyectos conjuntos.
Buena noticia.
Eso permitiría tener un impacto mayor o bien darnos cuenta de los problemas reales que podríamos encontrar en muestras reales y consecuentemente modificar, si es necesario, algunas cosas en los nanorobots.
Y ahí el asesoramiento médico es clave.
Cada uno llega hasta donde llega. Mis conocimientos son limitados. Primero necesitaría tener un dispositivo que pudiera demostrar que es totalmente biocompatible, que lo podemos dirigir, etc. y luego ya podríamos trabajar con muestras reales, con animales pequeños…
Tengo entendido que también trabajan para resolver, algún día, la infertilidad masculina.
Hace algo más de un año que me fui de Dresden, justo el tiempo que llevo en el Max Planck. Este tema lo está llevando en dicha ciudad alemana la estudiante de doctorado que yo dirigía. Ellos están trabajando en curar, efectivamente, la infertilidad masculina. Pero hay que ser prudentes. Hay otras aplicaciones que quizás tengan un futuro más claro a corto plazo.
Por ejemplo.
Limpiar aguas contaminadas. Ya funciona a escala pequeña y ha tenido mucho impacto. Estamos probando con colorantes ahora mismo, también hacemos pruebas con otros colegas con hidrocarburos y cosas más sólidas, y conseguimos limpiarlo más rápido. Además tiene muchas ventajas.
Pero si quisiéramos limpiar un lago contaminado…
A día de hoy sólo podemos hacerlo a escala pequeña, donde otros métodos no pueden llegar. Pero tiene muchas aplicaciones. Por ejemplo, conductos, tuberías de quirófanos. Podríamos limpiar las bacterias que producen a veces infecciones a los intervenidos. Nuestros nanorobots también tienen fuerza mecánica para rascar de las paredes las capas de bacterias que puedan haberse acumulado.
Estamos hablando todo el rato de artilugios que para verlos hay que utilizar un microscopio óptico. ¿Cómo construir algo tan diminuto?
Te voy a poner otro ejemplo. Son tan pequeños como las bacterias, miden entre cinco y diez micras. Ahora estamos haciendo algunos tan diminutos como los virus, que son del tamaño de decenas de nanómetros. Para hacer los de tamaño de micras, utilizamos fotolitografía, deposición de capas finas y una técnica que llamaos enrollado de capas finas. Imagínate un póster que vas a colgar en la pared.
De acuerdo.
Lo estiras y estiras, le creas un estrés al material y lo enganchas con celo. Imagínate que el celo de la parte de abajo se desengancha. El póster se va a enrollar hacia arriba, ¿verdad?
Cierto.
Pues eso es lo que hacemos nosotros a escala nanométrica. Utilizamos fotolitografía, depositamos las capas pequeñas en forma, por ejemplo, de cuadrado, como si fuera un póster, y le aplicamos un estrés. Al desengancharlos de abajo, se enrollan, y puedes tener muchos, incluso millones en una oblea de silicio. Y puedes controlar el tamaño dependiendo de cómo hagas la máscara, el dibujo que diseñes.
Supongo que haber sido elegido como mejor innovador del año menor de 35 años abre puertas. Sin ir más lejos, tengo entendido que vuelve a Catalunya.
Así es. Ya es oficial. Tendré una plaza de profesor ICREA. Justamente me acaban de confirmar que seré el profesor más joven. Es, sin duda, de lo mejor, una institución muy puntera en Europa. Sólo seremos diez investigadores este año, dos en mi materia. Cada vez es más competitiva. Trabajaré en el IBEC, en el Parc Científic de la Universitat de Barcelona. Estoy muy contento de volver a casa.
¿Se marchó por falta de oportunidades aquí?
Yo pedí una beca Juan de la Cierva y no me la dieron. Había hecho una estancia en Japón antes de acabar el doctorado, en un centro increíble para jóvenes investigadores, y allí me fui. Me estaban dando algo que no existe aquí, en Europa. Una plaza para 12 investigadores jóvenes, con el dinero que necesites, el espacio que requieras…
Y se puso a trabajar…
Encontré un artículo que se acababa de publicar. Me puse manos a la obra para llevarlo a cabo y en una semana lo conseguí. Más tarde escribí al profesor Oliver Schmidt, del Institute for Integrative Nanosciences de Dresden, diciéndole que lo que acababa de publicar él yo ya lo podía hacer. Le envié un vídeo con un nanorobot moviéndose. ¿Qué te parece si colaboramos?, le pregunté. Me contestó a la media hora que por supuesto.
Y puso rumbo a Dresden.
Me ofreció en tres semanas una plaza de group leader (jefe de grupo), algo que no me ofrecían en Japón, porque estaba solo. Me estaban dando la oportunidad de trabajar con un grupo, que es como se crece gracias a las colaboraciones. A partir de ahí, mis publicaciones subieron como la espuma.
Y apareció la Unión Europea.
Ahí se torció la cosa.
¿Por qué?
Porque según el contrato yo debía ser el investigador responsable, pero no me lo permitieron. Me dijeron que si aquello era importante para mi carrera, pues que me buscara un lugar en el que me lo dejaran hacer. Tres semanas después volví a hablar con ellos para decirles que ya había encontrado el sitio, nada más y nada menos que el Instituto Max Planck. Creo que se quedaron un poco de piedra [risas].
Y ahora vuelve a casa.
Sí, la transición de Alemania a Barcelona empezará en enero. Ahora tengo personas trabajando allí que no se pueden venir todavía por contrato. Durante el primer semestre del año que viene vendré una vez al mes para empezar a montar el laboratorio, dar charlas, conocer a la gente. También tengo hijos y ahora mismo están en la escuela en Alemania. Ya en julio me trasladaré físicamente.
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