Por David Topi
En aquellas ocasiones en las que, la esencia, ser, o mónada, literalmente toma el control del cuerpo que le sirve como vehículo evolutivo, y se “asoma” al mundo físico, a través del Yo observador, si alguien te preguntara, ¿quien eres?, la respuesta es tan simple como difícil: “yo soy yo”. Y tu sabes lo que significa, aunque quizás quien te lo pregunta no.
Si la mónada se encuentra “recogida” en su posición habitual, y es el Yo observador o cualquiera de los Yos gestionados por el programa ego quien dirige el cuerpo humano, entonces la esencia parece ser una “tercera persona”, y uno habla de ella como si hablara de algo que está “por ahí”, que aun sabiendo que es lo que realmente soy, no está asomada a través de la ventana de mi conciencia al plano material de esta realidad.
Aquí es cuando decimos a los demás “mi esencia dice…”, “siento a mi ser…”, “mi mónada está muy expandida….” Pero sigue siendo algo que la personalidad que habla, lo ve como en tercera persona.
La primera situación es la que jamás quiero perder cuando me sucede. Y cuando me sucede es como si fuera “nuevo” en este plano. Yo soy yo, y yo soy todo lo que hay y me siento conectado con ello. La primera vez recuerdo que incluso me sorprendió ver mis manos y decir, “esto son mis manos”, o ver el mundo con los ojos de la conciencia que pertenece a otro nivel tan infinitamente diferente al de la personalidad artificial.
Yo me reía de mi mismo, diciéndome, “¿dónde está el manual de instrucciones de esta realidad?”. Pero, tarde o temprano, mi mónada se “retira”, y el Yo observador, el yo único o unificado, vuelve a sentir que “algo” que no era él mismo, se ha recogido. Lo sabe porque quedan las sensaciones en todos los niveles físicos y energéticos de lo que había salido a la superficie, así como la percepción registrada de aquello que la esencia ha “experimentado” estando al mando, y que, ahora, desde su posición normal, vuelve a comunicarse con la mente como si de algo relativamente “externo” se tratara.
Yo le pregunto a mi ser porque no se mantiene el 100% del tiempo “asomado” y en control, no me importa no ser “David”, si puedo ser “yo” y todo lo que se siente cuando eres el “tu” de verdad. Y me contesta que no es operativo que “la esencia” en estos momentos esté para mi 24/7, pues el estado de “yo soy yo” es un estado de idiotez sublime y felicidad eterna (lo dice con humor y como guiñando un ojo), y depende de aquello que a nivel de alma y personalidad se quiera llevar a cabo, que eso sea un estado “operativo” y viable, o no.
Me recuerda una anécdota de Eckhart Tolle, que cuenta que cuando su ser tomo control de su vehículo físico y se “quedó” ahí, se pasó 2 años en este estado “sublime” donde vivía en parques y divagando por la vida, porque simplemente, no sentía necesidad de hacer nada más que “estar” y “ser”.
Mi ser me pregunta si deseo eso. La primera respuesta es que si, lo deseo, no hay nada más bonito ni mejor que un ser humano creo pudiera desear, la segunda es que solo a medias. Conozco la sensación que describe Tolle, no por haberla vivido como él, sino por haberla vivido varias veces en el último año por momentos cortos, máximo unas horas seguidas en una de las ocasiones.
Afortunadamente, la mónada, una vez tiene abierto el canal de paso hacia la esfera de conciencia, realmente entra y sale de la misma cuando quiere. Anoche me desperté a las cinco de la mañana, pues mi hija lloraba en su cuna, y tras calmarla, volví a intentar dormir.
Estando en duermevela volví a sentirme “yo”, “yo soy yo” me dije, y me puse a hacer algunas sanaciones, de esencia a esencia. “Hola hermano, hola hermana”, les decía a las mónadas de mis hijos mientras “yo era yo” y les iba haciendo cosas en su sistema energético. Terminé la sanación y volví a sentirme “David”, pues mi ser se había retirado de nuevo.
Es curioso todo lo que estoy aprendiendo, y como me siento durante las siguientes horas en las que “el remanente” energético de la presencia de mi ser inundando mi esfera de conciencia permanece “fresco”. Lo malo es que la personalidad que tengo lo echa de menos, y cuando “yo soy yo”, se que no necesito hablar de mi en tercera persona.
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