lunes, 26 de mayo de 2014

La resonancia mórfica, un nuevo enfoque en la biología

La resonancia mórfica, un nuevo enfoque en la biología



La “Resonancia Mórfica”, es una teoría muy interesante del biólogoRupert Sheldrake y postula que cada especie tiene un «campo» de memoria propio.

Este campo estaría constituido por las formas y actitudes de todos los individuos pasados de dicha especie, y su influencia moldearía a todos sus individuos futuros:
«Cada especie animal, vegetal o mineral posee una memoria colectiva a la que contribuyen todos los miembros de la especie y a la cual conforman. Si un animal aprende un nuevo truco en un lugar (por ejemplo, una rata en Londres), les es más fácil aprender a las ratas en Madrid el mismo truco. A cuantas más ratas londinenses se les enseñe ese truco, canto más fácil y rápido les resultará a las ratas de Madrid aprenderlo.»

Ello permitiría explicar cómo adquieren los animales sus instintos, incluidas las complejísimas habilidades que muestran algunos animales desde pequeños.
También explicaría cómo se reproduce la forma de un organismo de generación en generación.

El código genético, es decir el ADN, sólo describe los aspectos menos sutiles de la herencia, pero no puede explicar por qué determinadas células de nuestro embrión se han diferenciado dando lugar a una oreja, un ojo, el dedo gordo del pie izquierdo, determinado tejido intestinal, etc. SegúnSheldrake, adquiriríamos la forma que reconocemos como humana porque las formas de todos los miembros pasados de nuestra especie «resuenan» en nosotros, como ondas en un estanque, organizando la vía de nuestro crecimiento. A la vez, nosotros incorporamos nuestra forma a la memoria colectiva de la especie, engrosándola e incrementando así su influencia. Y al igual que las formas «resonarían» todo tipo de instintos y actitudes.
Estos hábitos de organización serían inherentes a toda la naturaleza. Por ejemplo, si elaboramos un nuevo compuesto químico, debería ser más fácil obtenerlo en otros laboratorios a medida que transcurre el tiempo, porque cuantas más veces haya cristalizado, mayor será su campo de resonancia mórfica. En realidad, hace décadas que los químicos reconocen este hecho.

La revista inglesa New Scientíst convocó en 1982 un concurso de experimentos para probar la hipótesis. El ganador fue un científico de Nottingham, que envió un poema tradicional turco junto con una versión desbaratada del mismo poema que seguía rimando —la resonancia mórfica tendría que hacer mucho más fácil, para quienes no sepan turco, aprender el poema verdadero—. La idea se puso en práctica con tres poemas enviados por un poeta japonés: uno era un poema conocido por miles de niños, los otros dos fueron especialmente compuestos con una estructura parecida al primero. En los experimentos, realizados en Gran Bretaña y Norteamérica, el 62% de los voluntarios encontraron más fácil de aprender el poema original (que no sabían cuál era). Si no existe la resonancia mórfica, la dificultad de aprender los poemas habría de ser la misma para los tres.
En 1986, el Tarrytown Group de Nueva York concedió los premios de otro concurso. El primer premio, de 10.000 dólares, se repartió entre dos pruebas similares. Un psicólogo de Yale enseñó a estudiantes que no sabían hebreo palabras hebreas de tres letras, la mitad reales y la otra mitad falsas. Los estudiantes, que no sabían de qué iba el experimento, encontraron más familiares las palabras verdaderas. Por su parte un psicólogo inglés escogió palabras persas verdaderas y otras con letras mezcladas, y pidió a ochenta estudiantes que las dibujaran tras observarlas unos segundos. Ni ellos ni los jueces conocían el propósito del experimento, pero el 75% de los jueces consideraron mejor reproducidas las palabras verdaderas que las mezcladas.
Se han realizado también detallados experimentos por televisión, que muestran que cuando millones de personas son informadas en un país, por ejemplo Inglaterra, de cuáles son las imágenes ocultas en un dibujo, a los grupos de control que hay en países lejanos se les hace mucho más fácil descubrirlas. Pese a lo sorprendente de estos resultados, Sheldrake todavía considera que para que la "comunidad científica" acepte una hipótesis tan radical, hacen falta pruebas más contundentes, y pasará todavía un tiempo.

Por otra parte, si la naturaleza evoluciona, ¿porqué no habrían de evolucionar también las leves de la naturaleza? ¿Por qué las leves que gobiernan el crecimiento de los naranjos tendrían que estar ahí antes de que existiesen los naranjos? En vez de leyes eternas e inmutables, las regularidades de la naturaleza podrían parecerse más a hábitos, que van modificándose lentamente con el tiempo. Digamos que el universo, considerado como un "organismo" tiene una "forma" de hacer las cosas, hábitos, que los puede ir modificando y adaptando a medida que evoluciona.

EL MISTERIO DE LA MENTE

Todos nosotros hemos crecido con la idea de que los recuerdos están almacenados en el cerebro. Usamos la palabra “cerebro” de manera intercambiable con “mente” o “memoria”. Aunque, como se está comprobando, el cerebro es más un sistema de sintonización que un dispositivo de almacenamiento de memoria.

Uno de los argumentos principales para la localización de la memoria en el cerebro es el hecho de que ciertos tipos de daño cerebral pueden conducir a una pérdida de memoria. Si el cerebro es dañado en un accidente de coche y alguien pierde la memoria, entonces la suposición obvia es que el tejido de la memoria ha debido ser destruido. Pero esto no es necesariamente así.

Si dañara tu aparato de TV para que fueras incapaz de recibir ciertos canales, o si hiciera enmudecer al aparato de TV mediante la destrucción de la parte relacionada con la producción de sonido a fin de que todavía pudieras recibir imágenes pero no sonido, esto no probaría que el sonido o las imágenes estaban almacenadas dentro del aparato de TV. Meramente demostraría que yo había afectado el sistema de sintonización para que tú no pudieras ya recibir la señal correcta. La pérdida de memoria por daño cerebral no prueba ya que la memoria esté almacenada dentro del cerebro. De hecho, la mayor parte de la memoria perdida es temporal: la amnesia que sigue a una conmoción, por ejemplo, es a menudo temporal. Esta recuperación de memoria es muy difícil de explicar en términos de teorías convencionales: si los recuerdos han sido destruidos porque el tejido de memoria ha sido destruido, no deberían regresar de nuevo; y sin embargo a menudo lo hacen.

Los experimentos sobre estimulación eléctrica del cerebro por Wilder Penfield y otros sugieren otro argumento a favor de la localización de la memoria en el interior del cerebro. Penfield estimuló los lóbulos temporales de los cerebros de pacientes epilépticos y encontró que algunos de estos estímulos podían provocar respuestas vívidas que los pacientes interpretaban como recuerdos de cosas que habían hecho en el pasado. Penfield supuso que, de hecho, estaba estimulando recuerdos que estaban almacenados en el córtex. Volviendo de nuevo a la analogía de la TV, si estimulara el circuito de sintonización de tu aparato de TV y saltara a otro canal, esto no probaría que la información estaba almacenada dentro del circuito de sintonización. Es interesante que, en su último libro, The Mistery of the Mind [El Misterio de la Mente], el propio Penfieldabandonaba la idea de que los experimentos probaban que la memoria estaba dentro del cerebro. Y llegaba a la conclusión de que la memoria no estaba almacenada en absoluto en el córtex.

Ha habido muchos intentos de localizar trazas de memoria en el interior del cerebro, el más conocido de los cuales fue realizado por Kart Lashley, el gran neurofisiólogo americano. Entrenó ratas para que aprendieran trucos, después cortó pedazos de sus cerebros para determinar si las ratas todavía podían hacer trucos. Para su asombro, encontró que podía retirar más del cincuenta por ciento del cerebro –cualquier 50%– y no había virtualmente ningún efecto en la retención de este aprendizaje. Cuando retiró todo el cerebro, las ratas no podían realizar ya los trucos, así que concluyó que el cerebro era necesario de algún modo a la ejecución de la tarea, lo cual no es precisamente una conclusión muy sorprendente. Lo que fue sorprendente fue cuánto del cerebro podía suprimir sin afectar a la memoria.

Otros investigadores han encontrado resultados similares incluso con invertebrados como el pulpo. Esto condujo a un experimentador a especular con que la memoria estaba tanto en cualquier sitio como en ninguno en particular. El mismo Lashley concluyó que los recuerdos están almacenados de una manera distribuida por todo el cerebro, ya que no pudo encontrar las trazas de memoria que requería la teoría clásica. Su estudiante, Karl Pribram, extendió esta idea con la teoría holográfica del almacenamiento de memoria: la memoria es como una imagen holográfica, almacenada como un patrón de interferencia por todo el cerebro.

Lo que Lashley y Pribram (al menos en alguno de sus escritos) no parecen haber considerado es la posibilidad de que los recuerdos pueden no estar almacenados en el cerebro en absoluto. La idea de que no están almacenados en el interior del cerebro es más consistente con los datos disponibles que con las teorías convencionales o la teoría holográfica.

Han surgido muchas dificultades al tratar de localizar el almacenamiento de memoria en el cerebro; en parte porque el cerebro es mucho más dinámico de lo que previamente se pensaba. Si el cerebro está para servir como almacén de memoria, entonces el sistema de almacenamiento tendría que permanecer estable; sin embargo ahora se sabe que las células nerviosas funcionan mucho más rápidamente de lo que se pensaba previamente. Todas las sustancias químicas en las sinápsis y las estructuras nerviosas y moleculares están funcionando y cambiando todo el tiempo. Con un cerebro muy dinámico, es difícil ver como se almacenan los recuerdos.

Hay también un problema lógico, que varios filósofos han señalado, con las teorías convencionales de almacenamiento de memoria. Todas las teorías convencionales asumen que los recuerdos están de alguna forma codificados y localizados en una memoria almacenada en el cerebro. Cuando son necesarias son recuperadas por un sistema de recuperación. A esto se le llama modelo de codificación, almacenaje y recuperación.

No obstante, para que un sistema de recuperación recupere algo, debe saber lo que quiere recuperar; un sistema de recuperación de memoria debe saber lo que la memoria está buscando. Así debe ser posible reconocer el recuerdo que está intentando recuperar. A fin de reconocerlo, el propio sistema de recuperación debe tener algún tipo de memoria. Por lo tanto, el sistema de recuperación debe tener un sistema de sub-recuperación para recuperar sus recuerdos de su almacén. Esto conduce a una regresión infinita. Varios filósofos argumentan que éste es un fallo lógico fatal en cualquier teoría convencional sobre el almacenamiento de memoria. Sin embargo, en general, los teóricos de la memoria no están demasiado interesados en lo que dicen los filósofos, así que no se molestan en replicar a este argumento. Sin embargo, como argumento, es en verdad bastante poderoso.

Al considerar la teoría de la resonancia mórfica de la memoria, podríamos preguntar: si sintonizamos con nuestros propios recuerdos, entonces ¿por qué no sintonizamos también con los de otras personas? Probablemente lo hacemos, debido a que hay una memoria colectiva con la que todos nosotros estamos sintonizados, la cual conforma un trasfondo contra el cual se desarrolla nuestra experiencia y contra el cual se desarrollan nuestros recuerdos individuales. Este concepto es muy similar a la noción de memoria colectiva.

Jung pensaba en la memoria inconsciente como una memoria colectiva: la memoria colectiva de la humanidad. Pensaba que la gente estaría más sintonizada con miembros de su propia familia y raza y grupo social y cultural, pero que no obstante habría una resonancia de fondo de toda la humanidad: una experiencia común o promediada de cosas básicas que toda la gente experimenta (por ej: la conducta materna y varios patrones sociales y estructuras de experiencia y pensamiento). No sería tanto una memoria de personas particulares del pasado como un promedio de las formas básicas de las estructuras de memoria; estos son los arquetipos. La noción de Jung de inconsciente colectivo tiene extremadamente buen sentido en el contexto del enfoque general de esta nueva manera de ver la biología. La teoría de la resonancia mórfica conduce a una reafirmación radical del concepto junguiano de inconsciente colectivo.

Esto necesita ser reafirmado porque el contexto mecanicista corriente de la biología, la medicina y la psicología convencional niega que pueda haber una cosa tal como el inconsciente colectivo.

El concepto de una memoria colectiva de una raza o una especie ha sido excluido en general, incluso como posibilidad teórica. De acuerdo a la teoría convencional, no puedes tener ninguna herencia de características adquiridas; sólo puedes tener una herencia de mutaciones genéticas. Según las premisas de la biología convencional, no habría modo de que las experiencias y mitos de, por ejemplo, las tribus africanas, tuvieran alguna influencia en los sueños de alguien de descendencia no africana en Suiza; lo cual era el tipo de cosa que Jung pensaba que de hecho ocurría. Desde el punto de vista convencional, esto es bastante imposible, y es la razón por la que la mayoría de biólogos y otros expertos dentro de la corriente dominante de la ciencia no toman en serio la idea de inconsciente colectivo. Se la considera una idea rara y alternativa que puede tener algún valor poético como una especie de metáfora, pero que no tiene ninguna relevancia para la ciencia propiamente dicha, ya que es un concepto completamente insostenible desde el punto de vista de la biología normal.

El concepto de memoria colectiva de la teoria de la resonancia mórfica es muy similar a la idea junguiana de inconsciente colectivo. La diferencia principal es que la idea de Jung se aplicaba principalmente a la experiencia humana y a la memoria colectiva humana. Sin embargo hay un principio muy similar que opera en todo el universo, no sólo en los seres humanos. Si el tipo de cambio radical de paradigma sigue adelante dentro de la biología –si la hipótesis de resonancia mórfica es siquiera aproximadamente correcta– entonces la idea de Jung de inconsciente colectivo se convertiría en una idea dominante: los campos morfogenéticos y el concepto de inconsciente colectivo cambiarían completamente el contexto de la moderna psicología y de la ciencia en general.

Esto indica que también podríamos sintonizar con el inconsciente de otras personas, y ello nos acerca al inconsciente colectivo postulado. La sintonización por resonancia con la memoria reciente de otras personas puede igualmente dar explicación de fenómenos como la telepatía. Otro hecho curioso es que, si la resonancia mórfica facilita el aprendizaje, «en el presente siglo cada vez debería resultar más tácil aprender a ir en bicicleta, a conducir un automóvil, a tocar el piano o a utilizar una máquina de escribir, a causa de la resonancia mórfica acumulada de la gran cantidad de gente que ya ha adquirido estas habilidades».

La resonancia mórfica también tiene poderosas implicaciones: «De acuerdo a esta teoría nuestras ideas y actitudes pueden influir a distancia sobre otras personas, sin que ni ellas ni nosotros lo sepamos...

Verdaderamente la única solución a los problemas sociales (e individuales) es un cambio en nuestra manera de pensar y sentir... Si consideramos que nada podemos hacer y que no importan nuestros sentimientos y acciones, esta actitud puede extenderse e influir sobre otras personas... Pero si creemos en la posibilidad de una nueva manera de pensar, de sentir y experimentar la vida, nuestras acciones serán más positivas y creativas, y tendrán sentido completamente, y esta actitud se transmitirá inevitablemente a los demás».
Inconciente y naturalmente.



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