Antes de entrar en materia, conviene recordar que nuestra percepción del mundo ha cambiado mucho más en los últimos 50 años que en los últimos 500. La teoría más reciente sobre la constitución del universo, la teoría de las cuerdas, atribuye 11 dimensiones a la realidad, 7 más de las que podemos siquiera imaginar. Y la verdad, es que se esta teoría se queda corta.
Recordemos pues que tiempo, espacio, materia y energía son conceptos lineales y muy pobres para alcanzar a describir con acierto lo que realmente Es, y que las analogías que aquí se usan son meras aproximaciones, unas pocas palabras que tratan de expresar una realidad apenas concebible, así que, querido lector, abre tu mente y trata de entender más allá de lo descrito, de ver las implicaciones cósmicas y del alma de este pobre intento.
En el principio era la Luz. Palabras de sobra conocidas y familiares, pero que ahora intentamos desarrollar en una explicación más amplia. TODO cuanto existía, Era en un solo punto infinitesimal. Todo era conciencia absoluta y perfecta, toda posibilidad de desarrollo NO ERA. Reunido como estaba todo en un solo punto, la vida como la conocemos no era posible, ni actual.
En este principio, la energía y la materia, el tiempo y el espacio, pero también tú y yo, éramos un todo indiferenciado. Al no existir separación alguna, no había cabida para la experiencia, ni para el amor.
Es decir, nada había nacido alguna vez, nadie había tenido jamás consciencia de forma o color, no había algo como sabor u olor, y nadie para degustar, disfrutar o sentir desagrado.
Todo era Uno, pero era un Uno solitario y vacío de experiencias. Nunca se había amado, ni creado, ni destruido. Nada.
En un determinado momento, el todo-Uno “estalló”, no como una incontrolada explosión, sino que se bifurcó como las múltiples ramas de un árbol, como sus raíces, en todas las direcciones a la vez, y en todas las dimensiones. Si se quisiera representar esto gráficamente, imaginemos las raíces de un árbol creciendo en todas las seis direcciones del espacio conocido, hasta formar una esfera casi sólida, de tantas divisiones.
Entonces, por primera vez, existió la experiencia.
Las posibilidades se convirtieron en realidades.
La Fuente, el Uno, quiso conocer la división, la separación, la soledad, el viaje de ida y vuelta, el retorno a casa.
En el primer momento, las primeras divisiones del ser fueron gruesas y poderosas, llenas de la sabiduría y la fuerza del uno primigenio. En el segundo momento, las divisiones del ser fueron un tanto menos poderosas, y así fue sucediendo hasta que, al llegar a la periferia de esta hipotética esfera, los seres que quedaron eran débiles, inconscientes, y creían estar separados irremisiblemente, y dolorosamente solos.
La misión entonces fue regresar a casa, al Uno original, pero para hacerlo, cada ser individual debía acumular las experiencias que fue enviado a buscar. Acumuló karma, aprendió dharma, odió, amó, se separó, experimentó la necesidad de unificarse, se sintió incompleto. Esta soledad del ser, y su necesidad de unificarse, le llevó al poder. A través del poder, se podía lograr una especie de unidad, de plenitud. Fue esta sed del Uno lo que provocó el uso del poder como medio de unificar pueblos, masificar, aplastar, ordenar sobre otros para experimentarse pleno.
Algunos que cumplieron su cometido, tomaron consciencia de la realidad y subieron un nivel, experimentando por vez primera la unicidad a través del amor, y entendieron que éste era el verdadero camino, el amor. Aún tuvieron que aprender mucho para abandonar el apego y el deseo de poder, y llegar al camino del Amor Incondicional que nace de la consciencia de Unidad.
Un nivel más allá cerca del retorno a casa, empezaron a reunirse las “familias de almas”, miembros todos de una veta original, retornando a esa última bifurcación de la que surgieron. Las familias de almas se reunieron en muchas encarnaciones, para compartir lo aprendido y vivir experiencias de consciencia de unidad y amor incondicional.
Otro nivel más cerca del centro, se encontraron con que las familias de almas se habían transformado en almas más densas (o sutiles, según convenga al entendimiento), de modo que una sola de estas almas contenía en sí las experiencias de una familia de almas.
Esta alma, buscó a sus compañeras para reunirse en la bifurcación que les dio origen, y encontraron así almas gemelas. ¡Eran tan parecidas, mucho más cercanas a la fuente! Aún muchas experiencias debieron ser vividas por ellas, una mayor consciencia adquirida, para acercarse al siguiente paso hacia el centro originario de todo.
Así llegaron a ser lo que ahora nombran llamas. Estas almas han acumulado y reunido las experiencias individuales de muchas otras, y se reconocen a sí mismas y entre sí, como partes de una bifurcación anterior.
Esto no les hace superiores o inferiores, ni diferentes.
Todos somos almas en camino al hogar.
Y tampoco es el final.
La reunión de estas almas es un acontecimiento feliz, porque ríos más caudalosos de Luz, de savia del Uno original habrán de alimentar a los seres cercanos.
Pero a estas almas aún les falta camino por delante...
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