Apuntan a una parte concreta del cerebro como la culpable de algunos despistes que parecen inexplicables
Existe un divertido y famoso experimento que nos dice mucho de cómo vemos el mundo. En un vídeo, seis personas divididas en dos equipos, uno con camiseta blanca y el otro, negra, se pasan el balón entre ellas. Unos voluntarios debían contar el número de pases que los jugadores de blanco se hacen entre sí. Parecía sencillo, son quince pases. Pero a la mitad de los voluntarios les pasó desapercibido algo muy poco sutil: no vieron que por la pista caminaba... ¡un gorila! ¿Cómo puede uno perderse algo semejante? Porque la atención estaba fijada en los objetos blancos, así que los negros, como el gorila, quedan en segundo plano.
A esto se le llama ceguera al cambio, pero existen otros despistes del cerebro por los que, enigmáticamente, no vemos lo que tenemos delante, aunque sea del tamaño de un hombre, vestido o no de gorila. Es lo que le ocurre a un jugador de fútbol cuando lanza el balón directamente a los pies de otro del equipo contrario. ¿Es que no lo ha visto?
Pues no, realmente no lo ha visto. Y la causa está en una parte concreta de su cerebro.
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