Dos años después de hacerse público su descubrimiento, el papiro donde se menciona a María Magdalena como «esposa» de Jesús ha sido declarado auténtico por tres prestigiosas universidades de EE UU, devolviendo a la actualidad una de las cuestiones más espinosas sobre la verdadera naturaleza del Jesús histórico.
En octubre de 2012 informábamos de un sorprendente y polémico hallazgo, hecho público por Karen L. King, profesora de Historia Eclesiástica en la Harvard Divinity School. Esta teóloga norteamericana, experta en gnosticismo y cristianismo primitivo, anunció haber identificado el primer texto pretendidamente histórico que mencionaba expresamente a la «esposa» de Jesucristo. En concreto, King se refería a un pequeño fragmento de papiro escrito en copto –idioma de los cristianos provenientes de Egipto– y datado de forma preliminar en el siglo IV. En su cuarta línea podía leerse: «Jesús les dijo: mi esposa…»; y en la octava: «… será capaz de ser mi discípula».
CAMPAÑA DE DESPRESTIGIO
El descubrimiento, dado a conocer en Roma, durante un encuentro de especialistas en textos coptos, tuvo una sensacional y justificada repercusión a nivel mundial. No en vano, el mismo se objetivaba en uno de los aspectos más controvertidos de la figura del Jesús histórico: su celibato. De ahí que, apenas un día después del anuncio de Karen L. King, numerosos académicos, expertos en religión y, claro está, representantes de la postura oficial de la Iglesia católica, no tardaran en mostrar su escepticismo –cuando no su rechazo frontal– sobre la verosimilitud del hallazgo.
Para empezar, dudaban de la autenticidad del papiro, basándose en que la persona que se lo entregó a King lo hizo de forma anónima y, además, sin ofrecerle detalle alguno sobre el origen del texto. El 28 de septiembre de 2012, en las páginas editoriales del Osservatore Romano, órgano oficioso del Vaticano, podía leerse lo siguiente: «Argumentos sustanciales nos llevan a concluir que el papiro es, en realidad, una burda falsificación», concluía el muy respetado e influyente Gian Maria Vian, a la sazón director del periódico.
Para refrendar la opinión de Vian y en el mismo diario, el especialista en copto Alberto Camplani subrayaba que, «a diferencia de otros papiros, no ha sido descubierto en una excavación, sino que proviene del mercado de antigüedades». Paradójicamente, Camplani, profesor en la universidad romana de La Sapienza, había sido uno de los organizadores del congreso en el que Karen L. King soltó su bomba informativa, de modo que se mostró especialmente beligerante al respecto, advirtiendo de que su colega norteamericana había elaborado una cuidada estrategia para magnificar el contenido de su anuncio.
Es probable que King supiera que su hallazgo no pasaría ni mucho menos desapercibido, sobre todo teniendo en cuenta el foro que eligió para publicitarlo. En cualquier caso, la teóloga norteamericana se cubrió prudentemente las espaldas, pues al tiempo que defendía la autenticidad del papiro como tal, no entraba a valorar el significado exacto de la frase causante del subsiguiente incendio mediático, añadiendo que la misma no tenía por qué ser tomada como evidencia de que Jesús hubiese contraído matrimonio, pues era probable que el contexto histórico del papiro fuera «la época en que los cristianos coptos discutían activamente cuestiones como el celibato, el sexo, el matrimonio y el discipulado». No obstante, en aras de salvaguardar su prestigio académico, Karen L. King adelantó que sometería el papiro al escrutinio de investigadores independientes.
Pues bien, recientemente, hemos conocido los resultados de los análisis prometidos por la teóloga de Harvard, conclusiones que confirmarían definitivamente que el «Evangelio de la esposa de Jesús», como pasó a ser conocido el texto, es tan antiguo como auténtico… (Continúa en AÑO/CERO 287).
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