Uno de los aspectos más fundamentales en la vida es llegar a conocerse a sí mismo: ¿De dónde venimos, hacia dónde vamos, cuál es el objeto mismo de la existencia, para qué vivimos?, etc., etc.
Ciertamente aquella frase que se puso en el templo de Delfos es axiomática: "Noscete Ipsum": Ser humano, conócete a ti mismo y conocerás al Universo y a los Dioses.
Conocerse a uno mismo es fundamental. Todos creen que se conocen a sí mismos y realmente no se conocen. Así que es necesario llegar al pleno conocimiento del Yo para comenzar a desarrollar el concepto del Nosotros.
Ello requiere de una auto-observación incesante; verse tal como uno mismo es. Desafortunadamente las gentes admiten fácilmente que tienen un cuerpo físico, pero no comprenden del todo su propia psicología, de forma que la acepten en su forma auténtica.
Aceptan su cuerpo físico porque pueden verlo, tocarlo, palparlo, más la psicología es distinta, pues ciertamente como no pueden ver su propia psiquis, no pueden tocarla, no pueden palparla, pues al final es algo que no entienden.
Cuando una persona comienza a observarse a sí mismo, cuando se mira a sí mismo de forma introspectiva, nos está indicando que está afrontando un proceso de cambio, que se está volviendo diferente a los demás.
Verdaderamente es posible autodescubrirse en las diversas circunstancias de la vida, a través de los distintos eventos de la existencia para obtener el material psíquico necesario que permita el auténtico despertar de la conciencia
Sin embargo, ¡qué difícil es ordenar los pensamientos de uno mismo! y ¡qué difícil es fluir, abandonarse al propio deseo, erradicar el pensamiento, encontrar la salida para tantos laberintos, mentales y sensoriales, pero que se manifiestan constantemente en la vida diaria. ¿Es posible llegar a comprenderse uno mismo? ¿Dónde reside el auténtico Yo?
Esta búsqueda siempre obsesiona y aún cuando se intentan vislumbrar las diferentes realidades, al final todas ellas convergen o son sólo el reflejo de la auténtica realidad.
El auténtico Ser que conduce a la situación actual, pero que también constituye la antesala o el umbral de otras realidades superpuestas, complementarias, inferiores y superiores.
El mundo material se mueve por deseos, los deseos de los padres creadores, cuyas matrices son imaginadas en los ámbitos de la sexta dimensión, dentro de este grupo de densidades y que también poseen una estructura material más sutil, en el mundo de los deseos. Como todo, los deseos tienen distintas graduaciones o niveles: cuanto más elevado sea éste, mayor fuerza posee y, por tanto, mayor es su irradiación.
Ya saben que todo el universo se encuentra sustentado por una energía primaria que llamaremos Amor, y que éste es el único vehículo que puede conducir a la auto-realización y al conocimiento de uno mismo, como paso previo al conocimiento de los demás.
Sin embargo, todo lleva su ritmo, inexorable, su armonía, impecable y su equilibrio, imperturbable.
Angel Luis Fernández.
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